miércoles, 19 de marzo de 2014

CUANDO EL OLVIDO NO CALMA LAS PENAS


Giza, la niña que decidió continuar su vida lejos de la maleta




Por Denis Vásquez Alvino

El horror del holocausto fue una de las páginas más oscuras a lo largo de la historia de la humanidad. Durante la Segunda Guerra Mundial, los hombres del mundo pudieron experimentar en carne propia que tan destructiva podía ser la maldad humana. Una de esas grandes tragedias fue vivida por los judíos de toda Europa luego de ser declarados enemigos públicos por el régimen nazi del Adolf Hitler. 

Entre tanto, nacía en el gueto judío de Vasorvia la pequeña Giza Alterwajn quien, producto de su mal estado de salud, abandonó el gueto donde se encontraba junto a sus padres para ser acogida por una familia polaca aria a lo largo de siete años. Ante el evidente peligro que significaba la máquina de destrucción nazi, Giza tuvo que ser transportada dentro de una maleta para que los criminales de guerra no pudieran percatarse de su huida.  

Durante ese periodo, la pequeña Giza pasó a llamarse Stefcia y adoptó el apellido de su nueva familia. Una niña que, producto del destino y el infortunio, tuvo que ver como su vida se transformaba constantemente y de forma radical gracias al horror de la guerra. Stefcia ahora contaba con una familia numerosa y desconocía totalmente el trágico motivo de su adopción. Ella no sabía nada, lo ignoraba todo y quizás en ese momento era mejor que fuera así. Sin embargo, esa pesadilla de pensar que no posees identidad y origen, le perseguiría años después cuando al termino de la guerra, esta familia polaca de ascendencia aria informó a las autoridades judías de que aquella niña que tenían en adopción estaba viva y merecía volver con sus familiares que hubieran sobrevivido al holocausto. Es ahí cuando la vida de Stefcia retoma el papel de Giza para emprender ese largo camino en búsqueda de un porqué a lo que le estaba sucediendo. 

Por cuestiones del destino, Giza terminó abandonando Polonia años más tarde rumbo a Uruguay. En este país latinoamericano es donde finalmente se instala con los rezagos de su verdadera familia y para intentar vivir una vida normal, aunque luego de todo lo acontecido fuera bastante complicado tan solo intentarlo.  Sin embargo, esta historia aún no había llegado a su fin. Sesenta y cinco años después de haber estado alejada de esa familia polaca que decidió acogerla durante el holocausto nazi, recibe una llamada desde la lejana Polonia y que cambiaría, por última vez, el resto de su vida. Su familia adoptiva en Polonia la había buscado durante todas esas décadas hasta que luego de tanta espera pudieron dar con su paradero. 

Finalmente, Giza podía cerrar el capítulo más negro de su vida. Pese a tener una vida realizada en Uruguay, ella por fin poseía una identidad proveniente del pasado. La guerra le quitó a sus padres biológicos pero no fue capaz de quitarle su identidad, su vida, su historia. Giza decidió dejar la concentración fuera de los campos y emprender una vida que debería servir de ejemplo a las personas que se topan en sus vidas con las adversidades más impensadas y difíciles. Giza Alterwajn ya no era una mera sobreviviente. Giza se había convertido en un ejemplo a transmitir y su memoria en una obligación para entender que el olvido no necesariamente cura las heridas. Gracias a ella los jóvenes del mundo podrán entender que aprender del pasado es mejor que recurrir al olvido.

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